Reportaje El Mercurio sobre Balloon Latam (9 de mayo de 2024)
“Las mayores desigualdades del país están en la ruralidad. Por eso estamos abocados a estos territorios invisibilizados, siendo nuestros proyectos, trabajo y foco la búsqueda de mecanismos para equilibrar esa balanza”, dice Sebastián Salinas, fundador y director ejecutivo de Balloon Latam.
El emprendimiento que lidera hace más de 10 años no le hace asco a los retos, no solo está en el difícil “rubro” de generar capital social, sino que además decidió hacerlo en uno de los lugares más complejos de Chile, en el mundo rural de la Región de La Araucanía, el corazón de la llamada macrozona sur.
Un entorno que se ha visto remecido por años de violencia y que acaba de vivir en Cañete (Región del Biobío) uno de sus episodios más brutales, con la emboscada y el asesinato de tres carabineros.
Es ahí, donde incluso el Estado le cuesta entrar, donde este equipo ha logrado abrir puertas. Y desde ahí han credito: ya han apoyado más de 6.080 proyectos locales en 76 comunas de ocho regiones de Chile. Pero su fuerte sigue siendo La Araucanía.
¿Cómo lo hacen?
INNOVADORES INVISIBLES
Para Salinas, “la innovación ocurre cuando las relaciones sociales cambian y nuestra forma de trabajo es el PPP, que si la gente participa en las decisiones en que se va a ver afectada, se tendrá la pertinencia, que en su suma logra la permanencia”
Un credo que se traduce en claves muy concretas. La primera es que para generar iniciativas y proyectos desde la ruralidad, es necesario estar en el lugar. Por ello, la oficina regional de Balloon en La Araucanía está en Cunco (tienen otras en Paihuano, Licantén, Puelo y Coyhaique).
Y desde ahí han tenido como prioridad lo que denominan como “reforzar el tejido social en áreas estigmatizadas por el abandono”. Su programa estrella es Balloon Internacional, un modelo de capacitación en innovación y emprendimiento que se centra en promover las relaciones sociales.
“La idea es que no quedarnos con los beneficiarios estables de los municipios, sino ir a las personas que están invisibilizadas. Personas muy aisladas o con mucha dependencia económica. Ahí están los verdaderos dolores y las fibras más sensibles”, explica Juan Ignacio Cordero, jefe de Incidencia y Gestión del Conocimiento. Con ese trabajo con más de tres mil personas de 18 comunas (incluyendo la “zona roja”), lo que han descubierto es que hay ganas de hacer cosas, pero las personas “no encuentran los puentes comunicantes con el Estado o cualquier institución, que no llegan a ellas. Y no llegan, porque son muy analfabetos interculturalmente hablando”.
El trabajo es lento: hablan con las autoridades ancestrales, les explican sus programas, se les pide autorización y poco a poco inician la vinculación. “Un error clásico del Estado es el de las temporalidades. Llegan con un programa y el plazo de cierre del fondo es en un par de semanas y eso no da tiempo para que la gente lo entienda, lo piense, busque un problema en su comunidad y planee un emprendimiento para resolverlo”, complementa Cordero.
De ahì han salido casos notables, como Lorena Garrido, en Cunco, que convirtió su campo en una plataforma de agroturismo educativo. O José Luis Hueche, en Padre de Las Casas, con un vivero inclusivo. O Brisa Stempelet, de Pitrufquén, con un taller para camiones con licencia oficial de marcas.
“Llevo un poco más de un año ya en Balloon y la experiencia ha sido increíble. Cada día contamos con nuevos proyectos, iniciativas que surgen de las comunidades, de organizaciones públicas o privadas. Buscamos construir capital social que fortalezca y entregue bases sólidas para encontrar soluciones basadas en la mirada de quienes están siendo afectados, reparando grietas que a veces son mucho más pequeñas que lo que se visualiza desde lejos”, dice A licia Hidalgo, exdirectora ejecutiva de TVN, que en octubre asumió la gerencia general de Balloon.
Historias como estas serán difundidas, cuenta, en el vodcast “Innovadores Invisibles”, disponible en Spotify y Youtube. La clave, afirman, es que la innovación se plantee desde el beneficio comunitario. “Toda acción que vamos a apoyar en una comunidad, la hacemos con ella. Todos son parte. Es la única forma de generar arraigo y eso no pasa en la política pública, que es impuesta, viene con una cierta temporalidad, con resultados por lograr. Ahí, la participación es un mero trámite y diría que en la macrozona ese es un gran dolor. La gente reclama participación y los conflictos emergen porque las cosas que se hacen no conectan con las necesidades reales. Nosotros cambiamos esa lógica”, dice Cordero.
Eso les permitió hacer el Programa Especial de Caminos Arauco-Malleco, en que lograron alinear el Ministerio de Obras Públicas con 43 comunidades de CAñeta, Tirúa, Contulmo, Victoria, Traiguén y Ercilla. El logro fue mayúsculo: que codiseñaran, junto a empresas contratistas, contratos de licitación para construir caminos como las rutas R-800 en Victoria y R-730 en Traiguén, además de colaborar en el mantenimiento de rutas rurales en Ercilla. Ahí, incluso, lograron entrar (y varias veces) a Temucuicui.
“Hubo que seguir unos protocolos, avisarle a las autoridades de la comunidad, pero si lo piensas, cuando uno va a un condominio, tiene que avisar a dónde va…son códigos de los pueblos como el mapuche y hay que entender e incorporar en las políticas. Entender eso nos ha permitido hacer cosas que otros no han podido”, dice Cordero.
Esa experiencia les permitió, por ejemplo, ayudar a que se pudiera aplicar en la zona la Encuesta Especial 87 del CEP, que recogió las percepciones, actitudes y expectativas de los habitantes de las regiones del Biobío, Araucanía, Los Ríos y Los Lagos.